Compartimos una entrevista a Claudio Naranjo, quien llama a “integrar intelecto, amor e instinto y abrazarlos: por ahora, el intelecto ha eclipsado el amor y ha demonizado el instinto”.
Entrevista de Víctor-M. Amela publicada originalmente en el diario La Vanguardia en enero de 2012
Me llamo Claudio Naranjo, soy médico y doctor en Educación. Nací en Valparaíso (Chile) y vivo viajando. Soy psiquiatra. Estoy viudo y tuve un hijo que falleció. Ojalá los políticos hubiesen sido educados amorosamente. No creo en la competencia entre religiones. Soy divulgador del eneagrama, un mapa de la personalidad.
Qué es el eneagrama?
Una herramienta de autoconocimiento, la más completa.
¿En qué consiste?
Es un mapa de las nueve pasiones que conforman tu personalidad: te ayuda a conocerlas, y así identificar cuál de ellas te domina.
¿Cuáles son esas nueve pasiones?
Ira, orgullo, vanidad, envidia, avaricia, cobardía, gula, lujuria y pereza.
Suenan a los pecados capitales.
Los griegos ya enumeraron casi todas esas pasiones, llamadas luego pecados por el cristianismo, y que son a su vez los nueve eneatipos del eneagrama.
¿Y una de esas pasiones me domina?
Siempre hay una dominante sobre las demás: identifica cuál es la tuya, y así podrás trabajarte para equilibrarla con las demás.
¿Con qué fin?
Dejar de actuar reactivamente, con automatismos, como una máquina: ante cada situación serás capaz de actuar con conciencia.
¿Cuál es su pasión dominante?
La avaricia.
¿Sí?
He temido siempre quedarme sin nada: temeroso de la precariedad de mis recursos, me ha costado invertir en mis capacidades, he desconfiado de mí… Y eso me ha dejado en el filo del vivir, una vida por vivir.
¿No ha podido dominar esa avaricia?
Ya sí, pero ha sido difícil. Ya lo dijo Churchill: «El hombre se tropieza con la verdad…, pero se levanta y sigue su camino».
¿De dónde proviene el eneagrama?
De un esoterismo cristiano de Asia Central, que divulgó por Europa una especie de Sócrates ruso de principios del siglo XX, Gurdjieff. Y de él lo aprendió Óscar Ichazo, que me lo enseñó en el desierto de Arica.
¿Cómo fue usted a parar al desierto?
Era 1970, y yo pasaba el peor momento de mi vida… Y me retiré durante seis meses.
¿Qué le había sucedido?
Mi segunda esposa tuvo un accidente de automóvil y murió mi hijo de once años.
Sobreponerse debió de ser duro…
Yo tenía 37 años y me tendía en su camita y pasaba horas y horas llorando. Un día entendí que era llanto por lo que no había podido quererle. Sentí su presencia y dejé de llorar.
¿Y qué aprendió en el desierto?
Yo era médico psiquiatra. Vi que la medicina farmacológica abordaba síntomas, pero no la raíz del problema del paciente: la dejé para ejercer como psicoterapeuta.
¿Es muy malo que mande una pasión?
Lo malo es que en ese caso tu vida será más pequeña, automatizada, dilapidarás energías…, pudiendo vivir más plenamente.
¿Qué automatismo le hizo ser médico?
A los seis años vi la luna llena y le pregunté a mi madre qué era eso. Me dijo que era un cuerpo celeste, como lo eran las estrellas, los planetas…, y me habló de la gravedad… y experimenté un intenso placer ante ese vislumbre de conocimiento… Y ya busqué repetir ese gozo, y eso me llevó a la ciencia.
Pero luego dejó la ciencia.
Cuando sentí que la filosofía y la psicología afrontaban mejor el dolor de la infelicidad.
¿Cuál ha sido su momento más feliz?
A los 20 años tuve una relación erótica con una conocida de 40 años, y sentí tanta alegría… ¡El mundo era bello! Sentí la alegría normal del vivir, y ahí fui consciente de que yo no había estado vivo hasta entonces.
¿Ha llegado a conocerse perfectamente a sí mismo?
En el centro de la cebolla, si vas quitando capas y capas, no hay semilla, ¡no hay nada!
¿Qué significa esto?
Que lo único que hay son los demás. Antes yo me recluía en mi torre de marfil, pero hoy veo los problemas del mundo…
¿Cuáles son?
Todos derivan de una estructura patriarcal profunda, de modo que todos se diluirían si educásemos a los niños de otra manera.
¿Cómo, exactamente?
Integrando intelecto, cuerpo, emociones y espíritu, para ser más amorosos, más libres: más sabios. Pero para eso es decisivo primero que eduquemos a los educadores.
¿Tenemos una educación no amorosa?
Demasiado intelectual, institucional, individualista, patriarcal y poco humanística. Nuestra sociedad sigue siendo machista y depredadora. Ya decía Cicerón: «Cada senador es sabio…, pero el Senado es un idiota».
¿Solución?
Integrar intelecto, amor e instinto, nuestros tres cerebros. Abrazarlos a los tres de verdad: por ahora, el intelecto ha eclipsado el amor y ha demonizado el instinto.
¿Debo dejarme llevar por mi instinto?
Si te arrastra, no eres libre: se trata de aliarte con tu instinto.
¿Qué pasión domina hoy al mundo?
La vanidad. Se expresa en la pulsión por el éxito económico, la supremacía tecnológica, la confusión entre valor y precio…
¿Hacia dónde se encamina el mundo?
Muchos son los llamados…, pero muchos son también los sordos. Hay una pulsión de transformación cierta, pero pasa por encender la luz y ver en tu propia oscuridad.
Y si lograse encenderla, ¿qué veré?
Sabrás que todo es pulsátil, que todo late… Si buscas el yo, acabarás topándote con la ausencia de yo: lo transformador es sentir el ser. Si eso sucede, tendrás días peores o mejores…, pero recordarás el sabor del ser.
¿Un consejo definitivo?
Ocúpate del reino del corazón, y el resto te llegará por añadidura.